¿Es el pensamiento colectivo una forma viral de enfermar la lucidez?
La mayoría de las veces los pensamientos de masas nos llevan a lugares no deseados. La historia nos muestra como grandes filósofos e inventores fueron perseguidos por pensar distinto, tan distinto a las creencias populares, que a pesar de tener razón, eran considerados brujos, herejes y un sinnúmero de adjetivos. Podemos ver una analogía similar en la naturaleza cuando una manada en una estampida, termina con los animales arrojándose por un precipicio.
En general es complejo obtener lucidez y pensar con inteligencia en medio de una corriente que nos arrastra. Mucho más difícil es hacerlo en situaciones como las que estamos viviendo, sin herir susceptibilidades, intereses y opiniones establecidas bajo un régimen viral de pensamiento que va en un único sentido. Una verdadera pandemia del pensamiento que puede hacer zozobrar (hundir) a cualquier barco (sociedad).
En tiempos de crisis, la opinión mundial, los países, los organismos y las empresas son gobernados al igual que un barco por sus capitanes en una tormenta. Estos toman decisiones, nos gusten o no en base a su autoridad, sabiduría, experiencia y por sobre todas las cosas privilegian la “supervivencia” ante todo.
¿Es la supervivencia solo sobrevivir?
En un barco está claro que sobrevivir un naufragio es, vivir las circunstancias hasta que se llega a tierra firme o un barco nos rescata. Pero en la situación actual de pandemia, la supervivencia a toda costa puede tener consecuencias indeseables que posiblemente hoy no estemos evaluando.
¿Cómo medir los costos y beneficios de una decisión?
Cuando empezamos a “discutir” cualquier tema la dicotomía suele hacerse presente y las conversaciones cual charla de café se van muchas veces a extremos, como cuando se habla de política. En el caso del Coronavirus, opinar distinto es mucho peor porque la mayoría de la gente acepta como válido el discurso oficial de los políticos y los médicos porque nos han insistido con inyecciones de miedo que lo único que está en juego es la vida de todos y cada uno. Como si la vida no estuviera en juego siempre (seamos casos de riesgo o no), con cada decisión que tomamos y cada cosa que pensamos, sentimos y hacemos.
Para describirlo mejor pongamos un caso extremo y representar esta pandemia en términos medibles de costos vs. beneficios en base a una determinada decisión:
Hoy la población mundial es de casi 7.800 millones. (dato real)
En promedio aproximadamente muere el 4% de los infectados que se testearon. (dato parcial)
Hipótesis 1: Si se contagia el 80% de la población mundial daría unas 250 millones de muertes.
Si aceptamos estos números sin cuestionarlos estaríamos cometiendo un serio error porque no se sabe a ciencia cierta cuantos infectados reales hay entre asintomáticos y personas a los que no les han hecho el test por lo tanto el porcentaje de mortalidad es un número que no sabemos si es real.
¿Qué significa que el porcentaje de mortalidad puede no ser real?
Para seguir con el ejemplo si la cantidad de contagiados fuera 3 veces mayor a las cifras informadas, quiere decir que con 3 veces más gente infectada, la gente que murió sigue siendo la misma por lo tanto el porcentaje de mortalidad disminuye drásticamente. Para el caso del ejemplo probablemente al 1% o mucho menos.
Es decir que replanteando el número de la Hipotesis 1 morirían 64 millones en todo el mundo. (aprox el 1% del 80% contagiado de la poblacion mundial)
Si efectivamente un número que asusta a cualquiera pero que por otro lado es casi la misma cantidad de gente que muere en el mundo anualmente (57 millones).
La primer pregunta sería ¿cuántos de esos supuestos 64 millones son en gran parte del grupo de los 57 millones que seguro morirán o ya han muerto este año?
Es evidente luego de este ejemplo que hacer cálculos, estimar y definir la gravedad del asunto no es una cuestión sencilla y que es realmente difícil llegar a un resultado coherente teniendo en cuenta que la información no está completa. Vemos de esta forma que resulta prácticamente imposible definir el costo/beneficio de los cursos de acción que se toman, guiándonos únicamente por posibilidades aritméticas de vida o muerte con información incompleta.
¿Qué otra información está faltando y por qué?
Evidentemente parte de la información falta por imposibilidad real como no tener reactivos para medir la cantidad de infectados, otra información falta adrede para asustar y para para evitar que el tema se minimice.
No es lo mismo para los políticos controlar a las masas si la gente piensa que la situación “no es tan grave como se piensa”.
Pero hay toda otra serie de datos faltantes en el análisis y no son menores, porque los daños colaterales, así como los beneficios colaterales de las medidas adoptadas en esta pandemia, juegan un rol que hoy no se está evaluando, ni siquiera midiendo.
Hay otra serie de datos faltantes y es que los médicos todavía están investigando el virus. Ha pasado que se dieran golpes de timón en sus recomendaciones que cambian a medida que van descubriendo nueva información.
Por lo tanto las conclusiones y decisiones que se toman, despiertan una gran inquietud en cuanto a la efectividad para combatir el virus porque se mide con información incompleta y por si fuera poco hay mucho más en juego que la vida de los pacientes con factores de riesgo cuando se toman medidas de nivel mundial y se afecta la economía y la sociedad del mundo entero.
Desde ya que el argumento más sólido y coherente es achatar la pirámide en la velocidad del contagio para evitar el colapso en el sistema de salud y así poder atender la mayoría de los casos graves. Pero las medidas para evitar esto nos llevan a la próxima pregunta…
¿Cortar por lo sano, con la calidad de información actual, es sano?
Me pregunto si en esta realidad de conocimiento limitado, cortar por lo sano como dice el dicho, es realmente sano.
Cortar la circulación del público afectando social y afectivamente a la gente, parar la economía mundial afectando empresas, comercios, personas y países, realmente ¿logra el objetivo deseado? ¿A qué costo?
¿Se ha medido que el costo político, económico y social no sea por lejos mucho mayor que el beneficio que se “espera” obtener?
Del ejemplo anterior, ¿cuánta gente de esos hipotéticos 64 millones de personas se salvará por estas medidas?
¿Y cuánta gente del resto de la población mundial se verá afectada por estas medidas?
¿Quién mide el daño colateral? ¿Qué se mide? ¿Cómo se mide?
¿En qué balanza se pone el peso de las muertes versus el daño ocasionado al resto del mundo?
Tomar decisiones en este escenario es algo que se asemeja a lo que enfrenta un capitán naufragando en altamar y decidiendo quiénes se suben al bote salvavidas y quiénes no.
Está claro que cuestionar las decisiones que se toman en un naufragio cual motín es algo que puede poner en riesgo la supervivencia de todos. ¿Y si el capitán se equivoca, acaso no pone en riesgo la vida de todos?
Desde ya acatar las órdenes impartidas en cada país es lo correcto y responde a un orden social para evitar revueltas y desmanes. Pero replantear este análisis con respeto, en un ámbito que abra las puertas a un pensamiento crítico, que logre mejores resultados por el bienestar general, es una obligación de todos ya que seguir a la manada a ciegas puede ocasionar un daño social irreparable que hoy no se evalúa ni se mide correctamente.
A diferencia de otras pandemias como la peste negra de 1347 y la gripe española de 1917 hoy contamos con un sistema de comunicación que transforma las noticias en virales y si bien esto redunda en muchísimos beneficios a nivel general, en el caso del coronavirus ayuda a transmitir también ideas virales dañinas que se repiten y se dan por correctas incluso antes de que se puedan evaluar realmente y replantear. De esta forma el pensamiento colectivo empuja al miedo y a la confusión, dando veredictos indiscutibles que a veces ni la comunidad médica luego puede modificar.
El miedo es funcional al control de masas y es evidente que la información se administra y no está del todo disponible para evitar que la gente se revele a ciertas normativas.
Por otro lado sirve para quitar el foco en otros temas importantes, de esta manera la clase política y también la gente en general tienen la excusa perfecta para justificarse de lo que no se hace, de lo que uno no es capaz o no tiene ganas de realizar.
Es muy fácil quitar el foco a lo importante y decir que por la pandemia no cumplo con obligaciones y me excuso “con causa”. Caperucita roja también tomo el camino corto y todos sabemos que terminó en la panza del lobo.
¿Cuál será el faro en la neblina que nos evite darnos contra las rocas y nos salvemos como sociedad de estrellarnos en un lugar común de comodidad dañina?
Como en todo tema hay cosas buenas y malas, la parte positiva es que ya se están viendo algunos beneficios a nivel medioambiental en la mejora de la calidad del aire, la menor contaminación de ríos y la vuelta de muchos animales a espacios donde ya no se los veía. También une a la gente y la solidariza. Algo no menor para ayudar a la toma de conciencia, para cuidar el mundo en que vivimos y como nos relacionamos.
¿Qué hay en el horizonte?
Naturalmente la gente se ha volcado al humor con memes y chistes sobre la pandemia para escapar a la angustia que genera el encierro. Y si bien en un punto es necesario para descomprimir, exagerar es ponerse maníaco… y lamentablemente es lo que más abunda en los celulares.
El miedo paraliza, la serenidad nos ayuda a pensar con criterio. ¿Se imaginan un médico, en un quirófano tratando de operar con miedo y desesperación?
Hay noticias de diferentes estudios a lo largo del mundo sobre antibióticos que, con buen resultado, están curando a los pacientes tratados. También hay versiones de que los respiradores no serían de ninguna ayuda, es decir se sigue escuchando de todo y por todos lados.
Veo dos tipos de actitudes sanas para poder afrontar esta situación que nos toca vivir:
Por un lado aceptar la cruda realidad tal cual es, esto nos mantendrá atentos y proactivos.
Por otro, adaptarnos y aprovechar este momento para pensar mejor y cuidarnos de esta pandemia de pensamiento que nos jaquea como sociedad.
Fuente de datos: Wikipedia y Worldmeters