Hoy estamos frente a una emergencia planetaria con niveles de contaminación atmosférica, hídrica, del suelo, radioactiva, electromagnética, térmica, de basura inusitados. Según la OMS, 9 de cada 10 personas respiran aire tóxico y 7 millones mueren cada año por la polución ambiental y doméstica*. El cambio climático aumenta sus efectos y las medidas terminan siendo paliativas y escasas. Estamos funcionando con un paradigma que se ha mostrado insuficiente y hasta nocivo para enfrentar los desafíos actuales. No obstante, pareciera que tuviésemos que ir hasta el fondo en las consecuencias, cual niños pequeños, para darnos cuenta de la necesidad de un cambio.
¿Por qué nos aferramos a un sistema que se ha mostrado ciego y caprichoso, que sólo valora algunos de sus resultados y los demás descarta?
El concepto de economía industrial o lineal se basa en “tomar, hacer, desechar”. Es reflejo de una época en que los recursos, la energía y el crédito se creían ilimitados y eran fáciles de obtener y no había conciencia de las graves consecuencias medioambientales.
La imagen de hoy del mundo y el estado de conciencia de la humanidad, nos reclama que nos despertemos y abramos los ojos, que valoremos no sólo los resultados en números duros sino que tengamos en cuenta, además, las consecuencia de radicalizar este modelo productivo, no sólo a nivel contaminación si no a nivel social y psicológico.
Estamos en un momento bisagra, en el cual el avance de la tecnología y la innovación, permiten simplificar, acortar y mejorar procesos que antes llevarían décadas o más. Posibilitan encontrar soluciones nuevas en las que antes, quizás, no había esperanza. El eje de la cuestión es cómo las usamos. Si la ponemos al servicio del paradigma líneal, estamos demostrando que a nivel humano, no hemos evolucionado mucho, que seguimos mirando parte de la cuadrícula de los resultados y que desoímos los más importantes y frente a los cuales no hay vuelta atrás, planeta y seres humanos. En un mundo hiperconectado, las consecuencias negativas como ser la contaminación, la acumulación de desechos, las enfermedades y tantas otras también se expanden a velocidad exponencial. De ahí que el debate se vuelve a centrar en dónde ponemos nuestros esfuerzos, porque los efectos positivos de la aplicación de los avances tecnológicos también se suelen globalizar.
¿Cómo podemos redefinirnos?
El modelo de economía circular emula el equilibrio que plantea la ecología. Qué gran escuela, no? Este paradigma consiste en producir bienes y servicios, basada en reducir tanto la entrada de los materiales vírgenes como la producción de desechos, generando modelos de producción autosustentables; es decir, en espiral. Implica, asimismo, el cambio de los combustibles fósiles por el uso de energías renovables.
¿Qué herramientas tenemos?
Acá la innovación y tecnología juegan un rol preponderante. Estas herramientas tendrían que estar al servicio de la sustentabilidad, a favor de encontrar modelos productivos, más eficientes en el uso de los recursos y en la gestión de sus desechos, como es el modelo de economía circular. Asimismo, enfocar las inversiones en avances que permitan redefinir el concepto “desechos” para convertirlos en insumo de otra cadena productiva y no simplemente en descarte, aprendiendo un poco de la naturaleza que funciona de esa manera y garantiza a largo plazo, no solo el abastecimiento de bienes y servicios si no también la sostenibilidad del sistema.
Los cambios son paulatinos y lentos y requieren mucho esfuerzo y creatividad. Pero antes de ser cambios económicos o productivos, implican una evolución a nivel sociedad, humanidad y conciencia.
¿Estaremos listos?
Referencias:
*https://www.tendencias21.net/La-OMS-alerta-de-la-contaminacion-ambiental_a44531.html